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lunes, 27 de agosto de 2012

Wicked. Memorias de una bruja mala

De un tiempo a esta parte asistimos a un renacer de los cuentos tradicionales, o  al menos eso parece. Proliferan por todas partes series y películas que revisitan a Blancanieves, a Cenicienta, a Caperucita, al lobo y a toda su parroquia oscilando entre la comedia, la fantasía y el terror. No es casual que gocen de tanto éxito, porque la fascinación que despiertan está más que teñida de nostalgia. Volver a los cuentos es volver a la época en que te arropaban y te dormías escuchando historias, volver a los finales felices por mucho que se complique la cosa, al todo es posible y a la magia. Muchos somos incapaces de resistirnos y nos tragamos el anzuelo hasta las trancas. De ahí el filón.
Poco tenemos en mente sin embargo, seguramente por lo oral del recuerdo asociado, que todas esas historias fueron libros en algún momento. Y si las nuevas ediciones de los viejos relatos de Grimm y Grimm, de Andersen o de Hoffmann abundan, no son frecuentes los libros que se atreven a sacudir los cimientos de nuestra infancia. Pues bien, éste es uno de ellos.

Wicked. Memorias de una bruja mala nos lleva cual tornado al maravilloso mundo de Oz. Vaya por delante que el cuento original de Frank Baum, me atrevería a decir que El Cuento Infantil con mayúsculas -y por antonomasia además- en Estados Unidos, no ha sido nunca uno de mis favoritos. (¡Será que es demasiado moderno!, dirían las malas lenguas. Bien, lo cierto es que si nos ponemos puristas, es casi cien años más joven que Blancanieves o Hänsel y Gretel. Mucho más si nos remontamos a las versiones orales que les dieron origen y que, paradójicamente, fueron prácticamente olvidadas tras la publicación de las recopilaciones de los Grimm. Fin del ataque compulsivo de erudición, o “a nadie le gustan los listillos”) El caso es que nunca he acabado de empatizar con los personajes y ni siquiera Dorothy y su perrito de nombre absurdo me cayeron nunca especialmente bien. Tal era mi disposición cuando el proveedor honorífico de esta tienda, el ínclito Vlaisnut, puso sobre el mostrador una curiosa edición –la duda ofende- de esta obra de Gregory Maguire.
El resultado es que nunca más podré ver a Judy Garland pegando saltitos del brazo del león cobarde, el espantapájaros descerebrado y el hombre de hojalata insensible sin pensar en ellos como instrumentos inconscientes de un poder totalitario que intenta aplastar todo conato de oposición. 
Para el que acabe de quedarse desconcertado añadiré que el maldito camino de baldosas amarillas es una obra pública imperialista y el mago, ah! el mago! un redomado fascista con una policía política despiadada a su disposición. Porque la protagonista de la historia es Elphaba, verde, fea, honesta y beligerante, alias “La Bruja Mala del Oeste”. Y aquí un tirón de orejas para la traducción del título que impone al lector un sesgo imperdonable al transformar el  Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West en un auténtico juicio de valor.

Maguire le da la vuelta a la historia al preguntarse algo tan sencillo como ¿por qué era mala? La respuesta que su libro nos proporciona es sorprendentemente sencilla y nos recuerda que la historia siempre la escriben los vencedores. Enlazando arteramente la trama y los personajes del cuento con la versión que él prefiere imaginar, consigue dar una versión alternativa de un mundo ya alternativo y hasta los zapatitos rojos se convierten en una cruel mofa para un alma torturada. Que nadie espere un relato al uso porque es extraño desde la primera página a la última. Aunque tengo que decir que, en mi lectora opinión, pierde un poco el norte hacia el final y deja una cierta desazón (en parte por desaprovechar un escenario que ha planteado con maestría, en parte por no saltarse a la torera el final ortodoxo implosionando a la niña de marras… como sin duda todos desearéis al llegar a ese punto).
En suma, un cuento bien contado que convierte a los buenos en no tan buenos y a los malos en personas. Que se prepare Cenicienta, porque estoy deseando leer Confessions of an Ugly Stepsister (Confesiones de una hermanastra fea... ¡espero!) del mismo autor. Cuentos, en fin, para parias malvados, que también tenemos derechos…

Próximamente en este blog: Una conjura en Hispania, de Lindsey Davis

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lunes, 21 de mayo de 2012

Blue and Gold

De nuevo Vlaisnut y su fetichismo editorial ponen a mi alcance, aunque sea de prestado, una preciosa edición en cuyas mieles vale la pena detenerse. Los responsables son Subterranean Press, una gente que se dedica a publicar autores de género conocidos y menos conocidos  (suspense, terror, ciencia ficción y fantasía, por si alguien se preguntaba "¿de qué género?"), y también a reeditar obras fuera de catálogo, amén de otras joyas, en ediciones especiales que financia a veces gracias a los pedidos de los propios lectores. No es una mala fórmula en los tiempos que corren, sobre todo si el resultado es un continente que acompaña tan bien al contenido como en el caso de este librito.

Digo librito, y digo bien, porque Blue and Gold se lee casi del tirón. Y tiene su mérito habida cuenta de que es la historia de un mentiroso que se confiesa como tal desde casi la primera página. La novela nos cuenta en una rigurosa primera persona la historia (o mejor, para no crear falsas expectativas, un fragmento de la historia) de un alquimista llamado Saloninus. Y decir esto es como no decir nada. Porque no tiene mucho más en común con otras historias que corren por ahí en las que un mago o alquimista (que además suele ser simultáneamente el mejor guerrero, músico, monje, trapecista y cazador de gamusinos del mundo mundial) nos cuenta su vida.

No, decididamente, Blue and Gold es distinta de la primera a la última página, sin excepción. El hilo de la trama da tantas vueltas que se convierte en un lindo jersey que a la que tiras de él se deshace limpiamente y te deja con la boca abierta. El narrador y protagonista te dice a la cara que te está engañando y tú vas y aún así te crees todo lo que explica. Te cuenta la misma escena varias veces y, como por arte de birlibirloque, consigue que las mismas palabras signifiquen cosas diferentes. Hasta el punto de que el lector que quiere aprender vuelve atrás y compara y se maravilla y acaba exclamando "¿cómo demonios lo ha hecho?". Porque sí, lo ha hecho.

No conocía yo a K.J. Parker, pero buscando buscando me he enterado de que en realidad nadie le/la conoce, ni siquiera sabemos si es autor o autora, ni qué significan las siglas de su pseudónimo. Parece que un halo de misterio rodeara a su persona aunque, paseando por la red y encontrando los rumores que circulan sobre su identidad, me tienta más pensar que la mayoría los debe haber sembrado la misma pluma que dota a Saloninus de una personalidad tan ladina y tortuosa que no puedes evitar que te caiga bien.

Desde luego localizaré a la que pueda alguna otra perla de la misma ostra, como por ejemplo Purple and Black, pero mientras tanto recomiendo encarecidamente leer ésta que hoy nos ocupa y, a pesar de mis anteriores advertencias, hacerlo creyendo que "no, a mí no me engañará"... vamos, lo mismo que dije yo.

Próximamente en este blog: The Hunger Games, de Suzanne Collins

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domingo, 4 de marzo de 2012

The Golden Compass

Uno de mis principales proveedores de libros es mi amigo Vlaisnut, del que ya os he hablado en alguna ocasión. Él, que bien me conoce, acostumbra a sugerirme, prestarme o regalarme libros que sabe me van a gustar o libros que sabe me van a molestar, según esté mi ánimo. Es también un amante de las ediciones especiales y curiosas, y le gusta prodigarlas siempre que puede. Yo, que no me detengo demasiado en esas mieles, aprecio como el que más un buen regalo, y si es para mi cumpleaños, mejor que mejor. Así las cosas, esta trilogía cuya reseña aquí inicio, en edición de lujo para más señas por ser el décimo aniversario de la obra, ha sido más que bien recibida.
En otro ejemplo del daño que puede hacer una traducción inadecuada, se publicó en castellano como La Materia Oscura, convirtiendo lo que el autor tomó de una frase del Paraíso Perdido de Milton (en inglés se titula His Dark Materials) en un reclamo paracientífico de la peor especie. Llevada al cine, al menos en su primera parte, en la película de 2007 La Brújula Dorada, vaya un comentario, esta vez anecdótico, para señalar que ese título, que se corresponde con el del libro del que hoy voy a hablar, es la versión americana de esta novela, ya que Philip Pullman la publicó inicialmente en Inglaterra como Northern Lights (título que se mantuvo en la versión española, Luces del Norte, y que quizá es más fiel a la obra).
No he visto aún la película, desde luego la veré cuando acabe la trilogía (los posibles spoilers me dan pánico), pero las referencias que me han llegado no le auguran nada bueno. Como ya he dicho en alguna ocasión, es difícil que la gran pantalla esté a la altura de las expectativas que crean el tándem de un buen libro y una mente que imagina. Pero volvamos a la novela.

Cojamos los referentes de la novela histórica ubicando la acción hacia finales del siglo XVIII, añadamos un poco de Revolución Industrial, algunas hipótesis contraceptuales (que hubiera pasado si...), un reinterpretación de la ingeniería, un requiebro teológico, unas cuantas pinceladas de física cuántica y un mundo de fantasía con una idea brillante. El resultado puede ser un tremendo pastiche o una obra maestra. Después de prácticamente devorar sus páginas, que te obligan a apurar hasta el último minuto de los trayectos leyendo mientras caminas (me río yo de los e-readers), no me queda sino apoyar denodadamente la moción de maestría. Tanto es así que mudaré mi intención inicial de no leer los tres libros seguidos.

Con una osadía considerable, el señor Pullman aborda algunos temas sacrosantos y, tras el correspondiente encaje de bolillos, se los devuelve al lector con esa naturalidad de la que sólo puede hacer gala la buena fantasía. En cuanto a la creación de personajes, consigue algo tan difícil como darles cuerpo a todos centrándose sólo en uno que, para más inri, es una niña. La trama, trepidante, tiene esa compleja simplicidad de las novelas de aventuras, y si tradicionalmente se ha considerado una novela juvenil es probablemente porque carece de las moralinas y excesos que parecen parte imprescindible de la nueva literatura fantástica para adultos.
Las emociones que trata, sin embargo, son permeables a todas las edades. Pocas veces se sienten en un libro la angustia de la separación y la mutilación del alma como en éste. No tan pocas el horror del hombre que se vuelve lobo para el hombre llevado por el fanatismo y la sinrazón.

Al crear el concepto de los daemon, vital para el desarrollo de la historia y que, por supuesto, no desvelaré aquí, The Golden Compass pone voz al alma humana. Algo como esto se lo he visto intentar a muchos autores con diversos grados de éxito, ya dije que la fantasía era uno de mis géneros predilectos, pero nadie que yo haya leído lo ha logrado con la absoluta claridad de Pullman.

Todos los lectores que hayan acudido a los libros en busca de otros mundos en los que refugiarse, en busca de compañeros de viaje que comprendan y se mantengan ellos mismos sin importar el tiempo que pase, en busca de personajes que nos recuerden quiénes éramos cuando les conocimos... Todos los lectores que conozcan la soledad y que hayan necesitado ese desván en el que soñar otra vida, deberían leer este libro. Porque lo que yo he encontrado en sus páginas mal cortadas y arde ya como una aurora boreal de recuerdos, es justamente lo que me hizo un día empezar a leer. 

Próximamente en este blog: The Subtle Knife, de Philip Pullman

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