domingo, 4 de marzo de 2012

The Golden Compass

Uno de mis principales proveedores de libros es mi amigo Vlaisnut, del que ya os he hablado en alguna ocasión. Él, que bien me conoce, acostumbra a sugerirme, prestarme o regalarme libros que sabe me van a gustar o libros que sabe me van a molestar, según esté mi ánimo. Es también un amante de las ediciones especiales y curiosas, y le gusta prodigarlas siempre que puede. Yo, que no me detengo demasiado en esas mieles, aprecio como el que más un buen regalo, y si es para mi cumpleaños, mejor que mejor. Así las cosas, esta trilogía cuya reseña aquí inicio, en edición de lujo para más señas por ser el décimo aniversario de la obra, ha sido más que bien recibida.
En otro ejemplo del daño que puede hacer una traducción inadecuada, se publicó en castellano como La Materia Oscura, convirtiendo lo que el autor tomó de una frase del Paraíso Perdido de Milton (en inglés se titula His Dark Materials) en un reclamo paracientífico de la peor especie. Llevada al cine, al menos en su primera parte, en la película de 2007 La Brújula Dorada, vaya un comentario, esta vez anecdótico, para señalar que ese título, que se corresponde con el del libro del que hoy voy a hablar, es la versión americana de esta novela, ya que Philip Pullman la publicó inicialmente en Inglaterra como Northern Lights (título que se mantuvo en la versión española, Luces del Norte, y que quizá es más fiel a la obra).
No he visto aún la película, desde luego la veré cuando acabe la trilogía (los posibles spoilers me dan pánico), pero las referencias que me han llegado no le auguran nada bueno. Como ya he dicho en alguna ocasión, es difícil que la gran pantalla esté a la altura de las expectativas que crean el tándem de un buen libro y una mente que imagina. Pero volvamos a la novela.

Cojamos los referentes de la novela histórica ubicando la acción hacia finales del siglo XVIII, añadamos un poco de Revolución Industrial, algunas hipótesis contraceptuales (que hubiera pasado si...), un reinterpretación de la ingeniería, un requiebro teológico, unas cuantas pinceladas de física cuántica y un mundo de fantasía con una idea brillante. El resultado puede ser un tremendo pastiche o una obra maestra. Después de prácticamente devorar sus páginas, que te obligan a apurar hasta el último minuto de los trayectos leyendo mientras caminas (me río yo de los e-readers), no me queda sino apoyar denodadamente la moción de maestría. Tanto es así que mudaré mi intención inicial de no leer los tres libros seguidos.

Con una osadía considerable, el señor Pullman aborda algunos temas sacrosantos y, tras el correspondiente encaje de bolillos, se los devuelve al lector con esa naturalidad de la que sólo puede hacer gala la buena fantasía. En cuanto a la creación de personajes, consigue algo tan difícil como darles cuerpo a todos centrándose sólo en uno que, para más inri, es una niña. La trama, trepidante, tiene esa compleja simplicidad de las novelas de aventuras, y si tradicionalmente se ha considerado una novela juvenil es probablemente porque carece de las moralinas y excesos que parecen parte imprescindible de la nueva literatura fantástica para adultos.
Las emociones que trata, sin embargo, son permeables a todas las edades. Pocas veces se sienten en un libro la angustia de la separación y la mutilación del alma como en éste. No tan pocas el horror del hombre que se vuelve lobo para el hombre llevado por el fanatismo y la sinrazón.

Al crear el concepto de los daemon, vital para el desarrollo de la historia y que, por supuesto, no desvelaré aquí, The Golden Compass pone voz al alma humana. Algo como esto se lo he visto intentar a muchos autores con diversos grados de éxito, ya dije que la fantasía era uno de mis géneros predilectos, pero nadie que yo haya leído lo ha logrado con la absoluta claridad de Pullman.

Todos los lectores que hayan acudido a los libros en busca de otros mundos en los que refugiarse, en busca de compañeros de viaje que comprendan y se mantengan ellos mismos sin importar el tiempo que pase, en busca de personajes que nos recuerden quiénes éramos cuando les conocimos... Todos los lectores que conozcan la soledad y que hayan necesitado ese desván en el que soñar otra vida, deberían leer este libro. Porque lo que yo he encontrado en sus páginas mal cortadas y arde ya como una aurora boreal de recuerdos, es justamente lo que me hizo un día empezar a leer. 

Próximamente en este blog: The Subtle Knife, de Philip Pullman

Pasen y lean...

3 comentarios:

Telos O’Rhate dijo...

Así es, querida Rígel. Se trata de un libro al que volver, porque te devuelve sensaciones reales e intensas. De esas que uno busca toda su vida, encontrándolas tan sólo muy de vez en cuando, y casi siempre mediatizadas por la inercia del "llego tarde", el alienante "tengo que destacar" o el recursivo "todo es una mierda".

Se supone que es un libro juvenil porque no se hace mención a las responsabilidades y adversidades a las que se ha de enfrentar un adulto: televisión, consumo, utilitarismo, crisis, amor en formato "memorias de África" (o peor aún, en formato "lo eres todo para mi y dedicaré mi vida a complacerte")...
Y se supone que también es juvenil porque hay fantasía, y la protagonista es una niña. Porque todos sabemos que no podemos esperar viajar a otros mundos, o hablar con animales, o encontrar al genio de la lámpara... y debemos centrarnos en esas cosas tan reales como tener una casa en propiedad, comprarnos una tele de 64 pulgadas y una consola con salida HDMI, buscar "el amor de nuestras vidas" en una lista seleccionada por un software de afinidad o vestirnos como imbéciles, pretender ser quienes no somos, o mentir indiscriminadamente sólo porque a nuestro alrededor es la única verdad.
Termino esta apología de la fantasía citando la Sra. Le Guin (y con eso lo digo todo): el adulto creativo es el niño que ha sobrevivido.

Espero que me dejes los libros en inglés, porque ya tengo ganas de volver a leérmelos!

Que no deje de arder!

Rígel dijo...

Querido Telos, después de haber empezado a llamar daemon a mi gato,no puedo sino coincidir con tu afilado análisis. Si bien es cierto que habría disfrutado hasta las guardas de este libro en mi fase de literatura juvenil, hay ciertos matices a los que he accedido ahora y que probablemente se me habrían escapado. Como todas las buenas novelas, ésta tiene diversos niveles de lectura, lo que hace que siempre sea un placer volver a ella. Sin duda la próxima vez que recales en puerto tendrás a tu disposición la versión inglesa.
La patochada se ha vuelto ya un género y relatos como éste son un soplo de aire fresco. Porque la realidad no existe si lo real es un smartphone...

Elsa dijo...

Aplaudo y sonrío ante tu crítica. Disfruté en su momento muchísimo de estas novelas, recomendadas por un amigo, y has despertado muchas de las sensaciones que viví durante su lectura.

No va a haber más remedio que volverlos a leer. En fin, me tendré que sacrificar...