viernes, 5 de octubre de 2012

Los lenguajes de Pao

Cuenta la leyenda que cuando un elefante se siente morir emprende un largo y solitario camino que muchos de los suyos emprendieron antes que él. Un camino hacia ese lugar, mítico y secreto, en el que esperará el último aliento en compañía de los espíritus de aquellos que ya iniciaron su último viaje. El cementerio de elefantes se llena así de memorias y esqueletos a la vez que el marfil descansa, al fin, entre sombras de otro tiempo.
¿Adónde van los viejos libros cuando ya nadie los lee? Las historias se reeditan, las ediciones se embellecen y democratizan y los ejemplares de hojas amarillentas y portadas obsoletas, viejos pero aún no antiguos, se llenan de polvo en montones indistintos sin esperanzas de ser rescatados. Las librerías de viejo, cementerios de elefantes, esconden carcasas y marfiles.
En una calle de París se venden libros a peso. Demasiado cruel, me los llevaría a todos a casa. O todos o ninguno, me digo. Lejos de allí, paseando por Castellón, Vlaisnut se acerca a un puesto en el que se revenden aquellos que pasaron antes por otras manos y adopta Los lenguajes de Pao. Y así es cómo, tras haber visto mil veces el nombre de Jack Vance en ilustraciones relucientes de los escaparates fantásticos de mi ciudad -que no es ni París ni Castellón- llega este huérfano a la tienda de Koreander.

Y muy bienvenido sea, porque éste es uno de esos libros que demuestran que los que consideran la ciencia ficción -salvedad, la BUENA ciencia ficción- como literatura "de género", se equivocan. Las buenas novelas de ciencia ficción no son un refugio excéntrico para inadaptados (y léase lo mismo para las buenas novelas de fantasía). No son una irrealidad a la que escapar agarrados al tablón de los estereotipos cómodos. Son, "simplemente", escenarios creativos que conectan con el lado más incontrolado e incontrolable de nuestra imaginación para enfrentarnos con verdades eternas, deseos ocultos, posibilidades imposibles y reflexiones molestas por igual. Nos permiten aventurarnos en el terreno de lo futurible para analizar desde allí el presente y decidir si uno, otro o ninguno de los anteriores nos gusta.
Los lenguajes de Pao aborda una cuestión compleja haciendo un ejercicio difícil. ¿Hasta qué punto un idioma es resultado de una cultura? ¿Hasta qué punto la cultura es consecuencia de ese idioma? Aunque la mayoría de gente no diga lo que piensa y muchos más no piensen lo que digan, ¿es ese pensamiento libre o nuestra lengua nativa -que ninguno elegimos- condiciona lo que somos capaces de pensar? Todos compartimos el lenguaje pero las lenguas que hablamos son infinidad. (Y por si el lector atento se lo preguntaba elijo pensar que en el título del libro, languages, está traducido como lenguajes con toda intención). 
Tras leer este libro me pregunto, me contesto y me lamento. ¿Realmente somos incapaces de entendernos? ¿Están las personas multilingües condenadas a vagar perdidas por el territorio comanche de no pertenecer realmente a ninguna parte? Parece que las lenguas, que deberían ser instrumentos de comunicación se convierten a veces, son convertidas otras, en barreras insalvables.
 
Próximamente en este blog: El enredo de la bolsa y la vida, de Eduardo Mendoza

Pasen y lean...

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